¡HAZ LO QUE PUEDAS PARA CONQUISTAR EL CORAZÓN DE DIOS!
Jesús estaba en el pueblo de Betania, en casa de Simón, el que había tenido lepra. Mientras Jesús comía, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro. Se acercó a él, rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Algunos de los que estaban allí se enojaron y dijeron: «¡Qué desperdicio tan grande! Ese perfume se hubiera podido vender por trescientas monedas de plata, y con el dinero podríamos haber ayudado a muchos pobres.» Y se pusieron a criticar a la mujer, pero Jesús la defendió:
“–Déjenla en paz –dijo Jesús–. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo” (San Marcos 14, 6).
Ésta mujer agradó tanto a Jesús cuando derramó algo que era tan valioso para ella. Fue un fiel ejemplo de verdadera adoración ¡grato perfume para el Maestro!
Luego Jesús dijo: “Ella hizo lo que pudo” (San Marcos 14, 8).
Esta mujer le entregó a Cristo todo lo valioso que tenía ¡Esa es la adoración que el Señor espera de ti! Que le rindas tu vida en forma incondicional y completa, que le entregues en el altar todo tu corazón, que te deleites en Su presencia. No que le pidas ni que le clames sino que lo adores en espíritu y verdad.
Quebranta tu corazón, como ésta mujer quebrantó su perfume de gran precio, y libera la fragancia de la presencia de Dios en tu vida ¡Y dondequiera que vayas llevarás esa fragancia preciosa! (2 Corintios 2, 14-16)
Muchos podrán criticarte, ésta mujer sufrió críticas y murmuraciones por lo que hizo, pero así como Jesús la defendió a ella de sus críticos, Dios te defenderá a ti cuando encuentres deleite en Su presencia y te acerques para adorarlo. Le dirá a tus enemigos y a los que te desean el mal “¡Déjenla!” y te tendrán que dejar.
Haz lo que puedas para adorarlo, aparta tiempo para estar en Su presencia, derrama todo corazón sin reservar nada, que los demás puedan sentir el perfume de Su presencia en tu vida.
¡Entrégale todo tu corazón a Jesús! Tu corazón es el mejor perfume para Dios. Que el Señor pueda decir que haz hecho todo lo que puedes por estar con Él, por agradarlo, por adorarlo.
Dale tu corazón, tu vida, tu tiempo, no temas que digan que es un desperdicio todo lo que haces por agradar a Dios… porque…
¡NO ES DESPERDICIO… ES EL COMIENZO DE TU BENDICIÓN!
Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón (Salmos 37, 4).