Cuando usted y yo hacemos nuestros propios planes o corremos hacia otras personas, en vez de confiar en el Señor, dejamos un punto débil en nuestra muralla de protección divina. En el momento en que menos lo esperemos, el enemigo entrará por ese punto débil. Cuando eso suceda, en verdad seremos como el "muro alto y agrietado" mencionado en Isaías 30:13.
Cuanto más dependemos de Dios, más puede Él hacer a través de nosotros. Pero, a veces, pasamos por el quebrantamiento antes de entrar a sus bendiciones.
Una vez, por casi un año y medio, pensé que estaba enloqueciendo. Caminaba todo el día por mi casa, orando: "¡Ayúdame, Señor!". Ni siquiera sabía qué clase de ayuda necesitaba, o por qué la necesitaba. Ahora, al recordar esa experiencia, sé qué estaba ocurriendo. Dios me estaba sacando mi espíritu de independencia, y llevándome hasta el punto donde supe que no podía hacer nada sin Él.
Recuerdo que una noche cuando me estaba preparando para ir a dormir, tomé un librito y empecé a leer. De repente, tuve una visitación de Dios. Durante cerca de cuarenta y cinco minutos, estuve sentada al borde de mi cama y llorando. Finalmente, el Señor me habló y dijo: "Ninguna cosa buena que tú hagas tiene nada que ver contigo. Yo soy el Único que es bueno. Cuando te ves a ti misma haciendo algo bueno, es sólo porque he luchado contigo para mantener tu carne en sujeción lo suficiente como para permitir que mi gloria brille a través de ella".
A veces, antes de que Dios pueda promovernos, tiene que recordarnos cuál es nuestro lugar. En mi propio caso, mi ministerio estaba por experimentar un repentino crecimiento. Dios me estaba preparando de antemano al decirme: "Voy a hacer algo maravilloso en tu vida y ministerio, y, cuando suceda, debes recordar que soy Yo y no tú quien está haciendo que eso ocurra".
Dios me estaba enseñando lo que nos está enseñando hoy a todos: que Él es la respuesta a todos nuestros problemas.
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